Nadie sabía cuánto tiempo después
habían comenzado a despertar, pero aquel despertar no se parecía a ningún otro
y el primer pensamiento de Izialav y posiblemente el de todos, fue el de que
había sido seriamente herido, porque le dolía cada centímetro del cuerpo tanto
por dentro como por fuera y hasta respirar parecía algo más allá de sus
posibilidades.
Lo segundo que registró el
confundido cerebro de Iziaslav, fue un frío que parecía estar atravesando su
piel, de modo que pensó que lo habían despojado de las pesadas pieles con las que
solían cubrirse. Antes de intentar abrir los ojos cuyos parpados parecían pesar
toneladas, escuchó el sonido de respiración y supuso que alguno de sus hombres
estaba muy cerca tal vez intentando despertarlo. Trató de hablar pero sentía la
garganta reseca, así que haciendo un supremo esfuerzo abrió los ojos para
cerrarlos de forma inmediata cuando un intenso haz de luz los hirió de manera
dolorosa. Por un momento pensó que estaba frente a una fogata pero en primer
lugar si hubiese sido así, no estaría experimentando aquel frío demencial, y
segundo, estaba seguro de estar boca arriba y no había forma de que hubiese
visto el resplandor de una en aquella posición.
Intentando ignorar el atroz
dolor que estaba martirizándolo, volvió a abrir los ojos con algo más de
precaución pero con el mismo efecto.
-
¡Apártenme del maldito fuego!
-- exclamó
Sin embargo, no hubo
movimiento ni voces transmitiendo sus órdenes ni manos moviéndolo, así que
prestó mayor atención cuando la idea de haber sido hecho prisionero asaltó su
mente. No obstante, inmediatamente la desechó, porque no había forma de que
nadie pudiese reducirlo a eso, pensó con su habitual arrogancia pero otra idea
mucho más acorde vino a sustituir a la anterior, porque dadas las
circunstancias y suponiendo que lo hubiesen atacado, era posible que estuviese
muerto. Su mente estaba trabajando a toda marcha y había algunas cosas que no
le cuadraban, como por ejemplo el cegador haz de luz que había visto hacía unos
minutos, porque se suponía que el Vörkessel era un valle de sombras y como sin
duda era al lugar al que él tenía que ir y era algo de lo que estaba muy
consciente, desechó con rapidez esa idea también.
Iziaslav sentía aparte de un
dolor generalizado, un punzante martilleo en la cabeza, y aunque en anteriores
ocasiones ésta le había dolido, Nadège solía resolver aquello muy de prisa, así
que su próximo pensamiento había sido que lo necesitaba con mucha urgencia. Sin
embargo, al pensar en el veldeky su cuerpo se tensó, porque eso lo hizo pensar
al mismo tiempo en los Svetniks y los recuerdos entraron con violencia en su
mente.
Se sintió furioso y comenzó a
imaginar las formas de hacerles pagar a aquellos entrometidos lo que ahora
estaba seguro le habían hecho y que le ocasionaría un serio retraso a sus planes.
Él había crecido respetando a aquellos sujetos pero en esta ocasión se habían
pasado y tendrían que pagar por ello. No obstante, mientras pensaba sus
sentidos habían ido registrando otras cosas. Aparte del frío que se hacía cada
vez peor, el dolor que se había hecho insoportable y el sonido de la
respiración que no había dejado de percibir, a Iziaslav le pareció que debía
estar cubierto de sangre, porque podía percibir con toda claridad el olor
característico de la misma. Con un poco más de atención percibió también
quejidos que se escuchaban muy cercanos, de modo que preparándose para que la
condenada luz de la fogata lo fastidiase de nuevo, abrió los ojos con cuidado.
Efectivamente la luz lastimó
en forma dolorosa sus ojos pero él ignoró eso intentando ver a su alrededor y
acto seguido se sintió horrorizado, porque todo lo que veía eran cuerpos
tirados en el piso y bañados de sangre. Con esfuerzo intentó incorporarse y
aunque aquello parecía una labor desmedidamente pesada finalmente logró
hacerlo.
La sensación que experimentó a
continuación fue sumamente extraña, porque aparte del dolor que seguía
torturándolo, le parecía que una luz muy brillante estuviese iluminando todo,
pues podía percibir de manera distinta los colores. El quejido que había estado
escuchando pareció intensificarse y no era uno sino varios, por lo que supuso
no solo por eso sino por la cantidad de sangre que estaba viendo, que sus
hombres estaban muy mal heridos. Se miró a sí mismo y aunque estaba todo
manchado de sangre no se vio ninguna herida, de modo que no entendía lo que los
desgraciados Svetniks les habían hecho. Haciendo otro esfuerzo logró ponerse de
pie aunque sus piernas parecían protestar en forma escandalosa por tener que
sostener su peso, aun así se obligó a caminar pero apenas había dado unos pasos
su estómago pareció revelarse cuando comenzó a percibir con mayor intensidad el
olor de la sangre y aquello no tenía sentido. Iziaslav era un producto de su
época y había crecido en medio de batallas, de modo que los heridos y los
cadáveres formaban parte de su cotidianidad y jamás le habían producido aquello
y se enfureció consigo mismo por lo que consideró una muy inoportuna reacción.
Al primero al que encontró fue
a Milorad que seguía inconsciente pero rápidamente determinó que estaba vivo,
de manera que procedió a buscar a los demás, algo que le costó bastante debido
a que con cada paso que daba le parecía que iban a estallarle los huesos y en
realidad todo por dentro. Le estaba tomando un largo tiempo localizarlos a todos,
Janos también había despertado manifestándole estar experimentando los mismos
dolores que él pero aun así se puso de pie para ayudar a buscar a los
príncipes. Después de un rato habían encontrado a Mikha y a Andrei pero Iyul no
aparecía por ninguna parte, así que comenzaron a desesperarse.
Mikha y Andrei eran sus hijos
mayores, tenían para entonces 23 y 22 años respectivamente, mientras que Iyul
tenía solo 16 años. En lo único que Iziaslav se diferenciaba de su progenitor,
era en que él realmente amaba a sus vástagos fuesen varones o hembras, de modo
que estaba realmente angustiado y desesperado por encontrar a Iyul. Como Janos,
Milorad y los demás sabían aquello, ignorando el dolor que los estaba matando
imprimieron velocidad a la búsqueda y finalmente encontraron a Iyul con lo que
Iziaslav se sintió muy aliviado.
Hacia el anochecer todos
habían despertado, pero durante el tiempo que les tomó hacerlo, Iziaslav había
estado preocupado pensando en que podían ser atacados en cualquier momento. No
obstante, y por lo que habían podido ver, los otros parecían estar en las
mismas condiciones que ellos, de manera que en cuanto les fue posible
regresaron al campamento y los Levjaners se reunieron con Iziaslav.
-
Sarì, esto que nos ha ocurrido es el castigo del que nos hablaron los
Svetniks -- dijo Artam
-
¿Qué? ¿Apalearnos? ¿Ese es el castigo?
-- preguntó furioso
-
No sarì, es mucho más que eso
-- le contestó el Levjaner
Iziaslav sabía que lo que les
había ocurrido fuese esto lo que fuere era obra de los Svetniks, así que no
necesitaba que nadie se lo dijera y lo que quería era ir a cortarles el cuello
a aquellos miserables. Sin embargo, Haliq el veldeky que los acompañaba a los
campos de batalla, hasta ese momento no solo no había podido hacer nada por
aliviarlo sino que él mismo estaba en las mismas condiciones, de manera que se
le hacía casi imposible ir en busca de los Svetniks y aunque aun no lo sabía,
pasaría un tiempo antes de que pudiese volver a verlos.
Los Savaresce y los Lothian
que estaban pasando por la misma situación, decidieron retornar a sus tierras
aunque aquello les tomó un tiempo desusadamente largo. Como Iziaslav y sus
hombres estaban en tan malas condiciones, decidieron dejarlos marchar porque en
cualquier caso en aquellas circunstancias no habrían podido perseguirlos y
terminaron regresando a sus tierras también. La sorpresa para él fue encontrarse
con que su mujer y el menor de sus hijos estaban en las mismas condiciones que
él.
A los Levjaners les tomó un
tiempo más bien corto entender en toda su magnitud lo que había sucedido, así
que se dedicaron con rapidez a darle sentido e interpretación a las palabras de
Mjesec y fue así como les quedaron claros los términos de su maldición. Lo
único que demorarían más en entender, era por qué unos habían ido afectados y
otros no, pero finalmente concluyeron que solo aquellos que estaban demasiado
cerca de Iziaslav por lazos sanguíneos o por su lealtad, eran los que habían
resultado afectados. Cuando explicaron todo esto a Iziaslav, el soberano montó
en cólera pero la misma se le pasó muy pronto al darle una interpretación
completamente equivocada al asunto pensando que lejos de ser una maldición
podía ser una ventaja, ya su fuerza, su destreza y sus sentidos se habían
potenciado y eso lo haría realmente invencible. Con lo que no contó Iziaslav y
en un principio fue lo más difícil de manejar, fue con la ira de su inestable
mujer que la emprendió en su contra, acusándolo entre otras muchas cosas de
haberle arruinado las vidas a sus hijos.
Pasaría mucho tiempo antes de
que Iziaslav tomase consciencia y entendiese que realmente aquello no era de
ninguna manera otra cosa que una terrible maldición y cuando finalmente lo
hizo, fue a hablar con los Svetniks. Sin embargo, aquella sería la primera vez
en la vida que Iziaslav experimentaría en carne propia el fracaso, la decepción
y la frustración.
-
Te lo advertimos -- dijo Mjesec
-- te dije que la próxima vez que
nos viésemos desearías aquello que no podrías obtener jamás, porque ahora tú y
todos los que lleven tu sangre tendrán que vivir y sufrir la consecuencias de
tus actos por el resto de la eternidad, pero específicamente tú hijo de
Yaroslav, serás testigo y espectador impotente de las atrocidades que están por
venir, tendrás que llorar a tu sangre y sufrirás el tormento por tus culpas el
resto de tus días, ya que tú no morirás jamás.
Como cabía esperar de aquel
arrogante sujeto, se enfureció e intentó matar a Mjesec, algo del todo inútil,
porque como se enteraría más adelante, para poder llevar a cabo el castigo que
les habían impuesto, ellos también tuvieron que pagar el precio y aunque no
resultaron afectados por la maldición naturalmente, sí tendrían que vivir
eternamente y seguir siendo lo custodios de la sabiduría ancestral por siempre.
Por aquel entonces Iziaslav no
tenía idea de las cosas que le tocaría vivir, ni todo lo que tendría que ver en
años venideros, y solo sabía que él y lo suyos tenían un largo camino por
recorrer, que serían parte de una
historia que había comenzado a escribirse con sangre, y que serían conocidos de
ahí en adelante como los Devrigs primigenios.