Antes de que saliese el sol,
ya los sgart estaban formados y esperando a sus comandantes. En cuanto Iziaslav
hizo acto de presencia se situó al frente de sus hombres como hacía siempre y
partieron.
Estaban a mediados de invierno
pero siendo que ellos estaban acostumbrados a temperaturas mucho menos benignas
que la que tenían en ese momento allí, no estaban registrando con excesiva
incomodidad el frío, mientras que sus oponentes sí. Esta circunstancia era la
que había hecho que Iziaslav no desistiese en su empeño, ya que sabía que los
otros no resistirían mucho tiempo más, solo que no había contado con lo que
estaba a punto de suceder.
Avitzedek Savaresce era un
sujeto que llevaba muchos años diezmando a las poblaciones del sur de Europa y
el norte de África, pero había puesto sus ojos y su desmedida codicia más allá,
el problema era que primero Iolan y ahora Iziaslav no lo habían dejado avanzar
y aquel condenado muchachito parecía mucho más obstinado que su progenitor con
quien Avitezedek se había pasado toda la vida peleando.
A pesar de que ya llevaban un
tiempo en aquella cruenta lucha, Avitzedek
había visto a Iziaslav solo una vez y ésta le bastó para saber que era
mucho más salvaje que Iolan, porque esa única vez había sido en la oportunidad
que el chico no solo le cortase la garganta a su padre sino que prácticamente
lo había hecho pedazos frente a sus ojos.
Ahora y después que llevaban
más de un mes en aquella batalla, Avitezedek parecía no haberse dado cuenta que
Iziaslav estaba jugando a una guerra de desgaste y que simplemente lo había
atraído a una trampa. Unos meses atrás y mientras luchaban más al sur,
Avitzedek creyó del todo equivocadamente que estaba ganando cuando ellos
comenzaron a retroceder, pero lo que en realidad había hecho Iziaslav era
atraerlos hacia su terreno. Primero porque conocía aquellas tierras mejor que
nadie, segundo, porque sabía que las temperaturas actuarían a su favor, y por
último, porque según los informes de Janos – uno de sus comandantes – Swaney Lothian
avanzaba en aquella dirección y como Iziaslav sabía que Swaney había perdido
una importante porción de tierra a manos de los Savaresce – lo que más adelante
se conocería como la galia y mucho
más tarde como Francia – y aunque había
perdido mucho más por causa de los Yaroslávich, estaba seguro que siendo las
tierras arrebatadas por los Savaresce muy importantes para Swaney, él iría por
su cabeza tal vez con más ahínco que él como en efecto había sido.
No obstante, como a Iziaslav
no le gustaban las cosas demoradas, hacía un par de días había mandado a
envenenar las aguas del pozo del que por fuerza debían surtirse cualquiera de
los dos bandos enemigos, de modo que como no solo estaban sufriendo por las
bajas temperaturas y la dificultad para procurarse alimentos sino que también
estaban experimentando bajas no solo por las sangrientas luchas sino por el
veneno, Iziaslav calculaba que estaban cercanos al final y era por eso que
estaba de tan buen humor aquella mañana mientras marchaba al frente de batalla.
El grupo comandado por Janos
Dvòrak estaba compuesto por hombres tan taciturnos como su jefe e igualmente
salvajes, pero que querían terminar con aquello y tener oportunidad de regresar
a sus avaris [1]
antes de que el invierno mostrase su peor cara.
Los escuadrones de Iván y de
Iliar estaban compuestos en su mayoría por jóvenes guerreros que iban desde los
15 hasta los 30 años y aunque todos habían recibido un esmerado entrenamiento
en tácticas de combate, lo que los había hecho tan peligrosos y temidos, éstos
chicos observaban el mismo comportamiento díscolo de sus comandantes y aquel
día iban entonando canciones especialmente ofensivas en contra de sus
oponentes.
Cuando llegaron al lugar donde
se llevaría a cabo el enfrentamiento y poco antes de que Iziaslav diese la
orden de ataque, sintieron un violento temblor de tierra. Iván giró la cabeza
hacia donde se encontraba Iliar al frente de sus hombres convencido de que
aquello por absurdo que pareciese había sido obra de su amigo, pero estando a
la distancia que se encontraban no pudo ver la expresión de aquel y en
cualquier caso no hubo mucha oportunidad para ello, porque seguidamente y
cuando una fuerte nevada se abatió sobre ellos seguida de vientos que los
hicieron aferrarse a sus monturas para no caer, al menos a los que habían
pensado que el temblor había sido ocasionado por Iliar les quedó claro que
debía tratarse de otra cosa, porque Milorad que era el que dominaba el poder
del agua sería incapaz de hacer una broma como aquella y en el caso de los aykeris [2]
Korsacov – los jóvenes hijos de Milorad – y a pesar de que uno de ellos había
heredado el carácter bromista de Artam, tampoco habrían generado aquella
ventisca y además hasta donde sabían, aun los chicos no tenían un dominio tan
perfecto del elemento.
En las filas de Swaney Lothian
cundió el pánico, porque aunque en aquella época no estaban ni cerca de tener
comunicaciones como las que tenemos en la actualidad, las noticias eran
transmitidas verbalmente en forma bastante efectiva. Una de esas noticias era
que los hombres de las tierras heladas poseían un poder sobrenatural y malévolo
que en opinión de quienes habían esparcido la especie, les había sido otorgado
por los dioses de la oscuridad a quienes servían. Evidentemente esto era una
muy mala versión y un retrato aun peor de aquellos que habían nacido con un
poder o habilidad otorgada por la madre naturaleza a quien habían venerado
desde el principio de los tiempos. Sin embargo, en aquel momento el asunto
lucía como muy probable y Swaney estaba a punto de comenzar a gritar a sus
hombres por su cobardía.
En el caso de los Savaresce
cuya lucha en contra de los Yaroslávich era mucho más antigua y se remontaba a varias
generaciones anteriores a la suya, tenían un poco más claro que los Lothian
aquel punto. De modo que el hijo menor de Avitzedek que para la fecha rondaba
los veintidós años, se acercó a su padre.
-
¡No vas a permitir que nos asusten con sus trucos de magia! ¿No? -- le
gritó por encima del furioso rugir del viento
-
Esto no es un truco -- dijo Avitzedek
Él al igual que Iziaslav y
Swaney, había recibido la extraña visita de los Svetniks, pero no había nada
más alejado de su mente que renunciar a lo que había estado persiguiendo desde
que podía recordar y que era quitarle primero la cabeza a aquel odioso
muchachito y luego sus tierras. Por supuesto Iziaslav hacía mucho que había
dejado de ser el niño a quien Avitzedek había visto asesinar a su padre y él
también había escuchado los rumores acerca de sus hombres, así como los que
describían a Iziaslav como un sujeto invencible capaz de caminar entre sus
enemigos sin ser herido, le adjudicaban también la habilidad y la fuerza
suficiente para hacer pedazos a un hombre con sus propias manos y sin agitarse
mucho, una estatura que superaba en mucho a la del hombre promedio y unos ojos
que echaban fuego, todo esto en
versión de los que lo habían visto de cerca y habían logrado conservar la vida.
De manera que la figura de Iziaslav había sido vendida como la de una especie que estaba a mitad de camino entre
un dios colérico y un monstruo salido de las profundidades del Vörkessel [3]
-
¡Padre, tú nos has dicho siempre que no son más que cuentos para
niños! -- vociferó su hijo mayor en la creencia de que
su padre estaba temiendo a lo que habían escuchado
No obstante, ni los unos ni
los otros tuvieron ocasión para dilucidar lo que estaba sucediendo, porque del
modo inopinado que había comenzado se había detenido pero un inesperado
resplandor iluminó una colina cercana y vieron avanzar al grupo de los siete
Svetniks. Bajaron y caminaron hacia el centro de la explanada y aunque estaban
a una distancia considerable, nadie tuvo dificultad alguna para escucharlos.
-
Se les concedió la oportunidad para reconsiderar sus actos y la
rechazaron -- dijo Heilig
-
Ahora es tiempo de que respondan ante Maikata Priroda por sus crímenes --
agrego Sadix
-
A pesar de su terquedad y arrogancia, aun les damos una última oportunidad,
dense la vuelta y regresen a sus hogares ahora
-- les dijo Mjesec
El hijo de Avitzedek que no se
caracterizaba por su paciencia y sí por su salvajismo, elevó su arco y disparó
una flecha dirigida hacia el grupo de Svetniks pero la misma estalló en vuelo y
un segundo después el chico yacía a los pies de su enfurecido padre y hermano
que sin pérdida de tiempo dieron la orden de ataque. Sin embargo, tanto los que
habían comenzado a moverse como los que no, quedaron paralizados por una fuerza
superior a ellos.
-
Con sus actos han determinado su destino
-- dijo Vady
Los Svetniks elevaron sus
manos mientras Mjesec y Heilig recitaban algo que aunque escucharon nadie
entendió. Después de unos minutos hicieron silencio y Mjesec volvió a dirigirse
a ellos.
-
Han despreciado lo que Maikata Priroda tan generosamente nos ha concedido a
todas sus criaturas. Han masacrado, envenenado y atentado contra todo ser vivo
y ahora recibirán la justa retribución por ello
-- hizo una pausa y miró a
Avitzdek -- No llores a tu hijo porque no está muerto,
llóralo por la vida que le tocará vivir a él y a todos ustedes, ya que como no
aprendieron a valorar lo que tenían, ahora todo podrán verlo, escucharlo o
sentirlo con una intensidad tal que les hará imposible seguirlo ignorando. Y su
mayor dolor lo constituirá el ser eternamente testigos de las consecuencias de
sus actos que serán imitados por las generaciones futuras a quienes han legado una
herencia de destrucción, sed de poder y el desmedido e inmerecido orgullo de
creerse superiores y que los conducirá directamente a una destrucción que no
podrán detener -- hizo otra pausa y unas
lágrimas resbalaron por sus mejillas antes de que todos los miembros de las
partes en conflicto cayesen -- Han
nipravy [5] --
dijo finalmente con suprema tristeza
Después de eso los Svteniks
caminaron entre el mar de cuerpos que se desangraban, musitaron algunas
palabras más y abandonaron aquel desolado lugar que llevaba por nombre Valle Devrig y de donde adoptarían la
denominación todos los que allí habían caído bajo la maldición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario