Todas las historias tienen un
inicio pero el de esta no comienza con había una vez…
Hace alrededor de unos 10.000
años los pobladores de las tierras conocidas vivían en pequeñas tribus nómadas.
Estos individuos tenían como forma de
vida una que hoy ni siquiera consideraríamos como posible. Se
desplazaban de un lugar a otro en busca de alimento y para protegerse de las inclemencias
del tiempo. Poco a poco las tribus fueron creciendo y cabe suponer que se hizo
necesaria la organización y alguien que las dirigiese, porque a pesar de que el
ser humano es gregario, a medida que aumentaba el número de individuos parecía
hacerse más difícil la convivencia, de este modo fue que en determinado momento
y en la tribu que no ocupará, un sujeto
que respondía la nombre de Yaroslav se hizo con la jefatura.
Inicialmente eran hombres
pacíficos que se preocupaban únicamente de obtener el sustento diario y de buscar
los mejores lugares para pasar los cambios de las estaciones, defenderse de los
animales salvajes o de los fenómenos naturales. Un poco más adelante y
presumiblemente cuando encontraron mejores lugares, aprendieron no solo a
obtener el alimento de las plantas o los animales, sino que comprendieron que
podían sembrar y cosechar así como a criar al ganado, de modo que comenzaron a
asentarse.
Tenían una estructura
organizativa muy funcional y su sociedad estaba compuesta por los cazadores,
los encargados de criar a los animales, los sembradores y los recolectores.
También estaban los Veldekys que eran
una especie de magos que estudiaban los secretos de lo que luego sería conocido
como alquimia. Las mujeres de la tribu estaban divididas entre las que se
encargaban de preparar los alimentos para todos, algo que se hacía en el centro
de la comunidad; las encargadas de cuidar a los niños que parecían multiplicarse
muy de prisa, y las Vidmagy que eran
las brujas o hechiceras que aunque tenían un conocimiento bastante amplio en
cuanto a la cura de enfermedades, los mismos no estaban al nivel del de los
Veldekys.
Todos ellos, o al menos en el
territorio que hoy podríamos situar en algún lugar de Rusia, estaban bajo la
tutela de un Hlavary o jefe, en este
caso Yaroslav. Yaroslav había ascendido a ese puesto por mérito propio, ya que
era un sujeto hábil, poderoso y justo, de modo que su pequeña comunidad decidió
que había sido decisión de los dioses y por tanto nadie tendría el derecho
nunca a disputarle dicha jefatura, misma que pasaría de padres a hijos en años
sucesivos.
Estas tribus habían sido muy
respetuosas de la naturaleza y ésta a su vez había mostrado su generosidad
proporcionándoles todo aquello que necesitaban para vivir y gradualmente
también los conocimientos para entender tanto el mundo que los rodeaba como el
funcionamiento del cuerpo humano, desarrollándose así una cultura muy avanzada.
En el aspecto religioso
también estaban bien organizados, eran politeístas y sus dioses primordiales
estaban representados por el sol, la luna y los cinco elementos de la
naturaleza y era a éstos a los que
rendían tributo.
Los actos de naturaleza
religiosa eran dirigidos por el Svetsnik
o sacerdote, cargo éste que podía ser ejercido por un hombre o una mujer de
manera indistinta y la única condición era ser una o un elegido de Maikata Priroda – nombre con el que era
designada la Madre Naturaleza – y la forma de saberlo era que el susodicho
tuviese un manejo superior de alguno de los elementos o de todos ellos, aunque
éstos últimos eran casos muy excepcionales.
Un poco más adelante en el
tiempo, Maikata Priroda había escogido a siete varones cuyas edades no
superaban los ocho años y éstos fueron sacados de la comunidad y llevados a una
cueva en los Montes Altai donde permanecieron alrededor de diez años. Después
de este tiempo fueron regresados a la tribu y el Svetsnik le informó al Hlavary
que éstos sujetos serían los encargados de defender a su gente y de preparar a
los hombres para ello, a la vez que le servirían de consejeros y tendrían por
nombre genérico Levjaners.
Inicialmente el Hlavary si
bien estaba agradecido no comprendió bien el por qué de aquel acto, pero el Svetsnik
le había dicho que se avecinaban tiempos difíciles. Con esta información y a
partir de entonces, el Hlavary prestó atención a lo que le decían sus Levjaners
y no se opuso al entrenamiento sometiéndose él mismo a dicho entrenamiento.
Otro asunto que se decidió más
o menos por las mismas fechas, fue que cada elemento debía tener su
representante en la persona de un sacerdote o sacerdotisa que se identificase
con el elemento a representar, así como a los dos cuerpos celestes más
importantes para ellos, es decir, el sol y la luna. De este modo nacieron los
siete Svetsniks que se constituyeron en un consejo al que llamaron Pravietà. Sus funciones no eran
conocidas por los miembros de la comunidad o al menos no en su totalidad.
Sabían de forma general que eran los encargados de velar por la naturaleza,
eran más hábiles que los veldekys aunque eventualmente un veldeky o alguna
vidmagy, podía ascender a Svetsnik.
Esta organización y forma de
vida pacífica perduró en el tiempo y llegaron a ser una civilización muy
avanzada. Sin embargo, con el correr de los años y de forma inexplicable la
pacífica vida de aquella gente se alteró mucho, ya que apareció en el hombre el
deseo de posesión y de conquista, lo que trajo como consecuencia las guerras
entre las diferentes tribus. Estas tribus y en distintas latitudes, comenzaron
a diezmarse entre sí y hubo sujetos que adquirieron más tierras y más poder que
otros, entre los que se destacaron Yaroslav, Savaresce y Lothian.
Los mencionados individuos se
hicieron insaciables y sus crímenes atroces, arrastrando con ellos a sus
hombres y transfiriendo esta sed de poder a sus descendientes. Los mismos no
fueron mucho mejor y de hecho bastante peor que sus predecesores y su
comportamiento en lugar de ir haciéndose más civilizado fue volviéndose más
salvaje, lo que tuvo como consecuencia algo que no esperaban.
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