Génesis

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viernes, 20 de junio de 2014

Primigenios...



Nadie sabía cuánto tiempo después habían comenzado a despertar, pero aquel despertar no se parecía a ningún otro y el primer pensamiento de Izialav y posiblemente el de todos, fue el de que había sido seriamente herido, porque le dolía cada centímetro del cuerpo tanto por dentro como por fuera y hasta respirar parecía algo más allá de sus posibilidades.

Lo segundo que registró el confundido cerebro de Iziaslav, fue un frío que parecía estar atravesando su piel, de modo que pensó que lo habían despojado de las pesadas pieles con las que solían cubrirse. Antes de intentar abrir los ojos cuyos parpados parecían pesar toneladas, escuchó el sonido de respiración y supuso que alguno de sus hombres estaba muy cerca tal vez intentando despertarlo. Trató de hablar pero sentía la garganta reseca, así que haciendo un supremo esfuerzo abrió los ojos para cerrarlos de forma inmediata cuando un intenso haz de luz los hirió de manera dolorosa. Por un momento pensó que estaba frente a una fogata pero en primer lugar si hubiese sido así, no estaría experimentando aquel frío demencial, y segundo, estaba seguro de estar boca arriba y no había forma de que hubiese visto el resplandor de una en aquella posición.

Intentando ignorar el atroz dolor que estaba martirizándolo, volvió a abrir los ojos con algo más de precaución pero con el mismo efecto.

-         ¡Apártenme del maldito fuego!  --  exclamó

Sin embargo, no hubo movimiento ni voces transmitiendo sus órdenes ni manos moviéndolo, así que prestó mayor atención cuando la idea de haber sido hecho prisionero asaltó su mente. No obstante, inmediatamente la desechó, porque no había forma de que nadie pudiese reducirlo a eso, pensó con su habitual arrogancia pero otra idea mucho más acorde vino a sustituir a la anterior, porque dadas las circunstancias y suponiendo que lo hubiesen atacado, era posible que estuviese muerto. Su mente estaba trabajando a toda marcha y había algunas cosas que no le cuadraban, como por ejemplo el cegador haz de luz que había visto hacía unos minutos, porque se suponía que el Vörkessel era un valle de sombras y como sin duda era al lugar al que él tenía que ir y era algo de lo que estaba muy consciente, desechó con rapidez esa idea también.

Iziaslav sentía aparte de un dolor generalizado, un punzante martilleo en la cabeza, y aunque en anteriores ocasiones ésta le había dolido, Nadège solía resolver aquello muy de prisa, así que su próximo pensamiento había sido que lo necesitaba con mucha urgencia. Sin embargo, al pensar en el veldeky su cuerpo se tensó, porque eso lo hizo pensar al mismo tiempo en los Svetniks y los recuerdos entraron con violencia en su mente.

Se sintió furioso y comenzó a imaginar las formas de hacerles pagar a aquellos entrometidos lo que ahora estaba seguro le habían hecho y que le ocasionaría un serio retraso a sus planes. Él había crecido respetando a aquellos sujetos pero en esta ocasión se habían pasado y tendrían que pagar por ello. No obstante, mientras pensaba sus sentidos habían ido registrando otras cosas. Aparte del frío que se hacía cada vez peor, el dolor que se había hecho insoportable y el sonido de la respiración que no había dejado de percibir, a Iziaslav le pareció que debía estar cubierto de sangre, porque podía percibir con toda claridad el olor característico de la misma. Con un poco más de atención percibió también quejidos que se escuchaban muy cercanos, de modo que preparándose para que la condenada luz de la fogata lo fastidiase de nuevo, abrió los ojos con cuidado.
Efectivamente la luz lastimó en forma dolorosa sus ojos pero él ignoró eso intentando ver a su alrededor y acto seguido se sintió horrorizado, porque todo lo que veía eran cuerpos tirados en el piso y bañados de sangre. Con esfuerzo intentó incorporarse y aunque aquello parecía una labor desmedidamente pesada finalmente logró hacerlo.

La sensación que experimentó a continuación fue sumamente extraña, porque aparte del dolor que seguía torturándolo, le parecía que una luz muy brillante estuviese iluminando todo, pues podía percibir de manera distinta los colores. El quejido que había estado escuchando pareció intensificarse y no era uno sino varios, por lo que supuso no solo por eso sino por la cantidad de sangre que estaba viendo, que sus hombres estaban muy mal heridos. Se miró a sí mismo y aunque estaba todo manchado de sangre no se vio ninguna herida, de modo que no entendía lo que los desgraciados Svetniks les habían hecho. Haciendo otro esfuerzo logró ponerse de pie aunque sus piernas parecían protestar en forma escandalosa por tener que sostener su peso, aun así se obligó a caminar pero apenas había dado unos pasos su estómago pareció revelarse cuando comenzó a percibir con mayor intensidad el olor de la sangre y aquello no tenía sentido. Iziaslav era un producto de su época y había crecido en medio de batallas, de modo que los heridos y los cadáveres formaban parte de su cotidianidad y jamás le habían producido aquello y se enfureció consigo mismo por lo que consideró una muy inoportuna reacción.

Al primero al que encontró fue a Milorad que seguía inconsciente pero rápidamente determinó que estaba vivo, de manera que procedió a buscar a los demás, algo que le costó bastante debido a que con cada paso que daba le parecía que iban a estallarle los huesos y en realidad todo por dentro. Le estaba tomando un largo tiempo localizarlos a todos, Janos también había despertado manifestándole estar experimentando los mismos dolores que él pero aun así se puso de pie para ayudar a buscar a los príncipes. Después de un rato habían encontrado a Mikha y a Andrei pero Iyul no aparecía por ninguna parte, así que comenzaron a desesperarse.

Mikha y Andrei eran sus hijos mayores, tenían para entonces 23 y 22 años respectivamente, mientras que Iyul tenía solo 16 años. En lo único que Iziaslav se diferenciaba de su progenitor, era en que él realmente amaba a sus vástagos fuesen varones o hembras, de modo que estaba realmente angustiado y desesperado por encontrar a Iyul. Como Janos, Milorad y los demás sabían aquello, ignorando el dolor que los estaba matando imprimieron velocidad a la búsqueda y finalmente encontraron a Iyul con lo que Iziaslav se sintió muy aliviado.

Hacia el anochecer todos habían despertado, pero durante el tiempo que les tomó hacerlo, Iziaslav había estado preocupado pensando en que podían ser atacados en cualquier momento. No obstante, y por lo que habían podido ver, los otros parecían estar en las mismas condiciones que ellos, de manera que en cuanto les fue posible regresaron al campamento y los Levjaners se reunieron con Iziaslav.

-         Sarì, esto que nos ha ocurrido es el castigo del que nos hablaron los Svetniks  --  dijo Artam
-         ¿Qué? ¿Apalearnos? ¿Ese es el castigo?  --  preguntó furioso
-         No sarì, es mucho más que eso  --  le contestó el Levjaner

Iziaslav sabía que lo que les había ocurrido fuese esto lo que fuere era obra de los Svetniks, así que no necesitaba que nadie se lo dijera y lo que quería era ir a cortarles el cuello a aquellos miserables. Sin embargo, Haliq el veldeky que los acompañaba a los campos de batalla, hasta ese momento no solo no había podido hacer nada por aliviarlo sino que él mismo estaba en las mismas condiciones, de manera que se le hacía casi imposible ir en busca de los Svetniks y aunque aun no lo sabía, pasaría un tiempo antes de que pudiese volver a verlos.

Los Savaresce y los Lothian que estaban pasando por la misma situación, decidieron retornar a sus tierras aunque aquello les tomó un tiempo desusadamente largo. Como Iziaslav y sus hombres estaban en tan malas condiciones, decidieron dejarlos marchar porque en cualquier caso en aquellas circunstancias no habrían podido perseguirlos y terminaron regresando a sus tierras también. La sorpresa para él fue encontrarse con que su mujer y el menor de sus hijos estaban en las mismas condiciones que él.

A los Levjaners les tomó un tiempo más bien corto entender en toda su magnitud lo que había sucedido, así que se dedicaron con rapidez a darle sentido e interpretación a las palabras de Mjesec y fue así como les quedaron claros los términos de su maldición. Lo único que demorarían más en entender, era por qué unos habían ido afectados y otros no, pero finalmente concluyeron que solo aquellos que estaban demasiado cerca de Iziaslav por lazos sanguíneos o por su lealtad, eran los que habían resultado afectados. Cuando explicaron todo esto a Iziaslav, el soberano montó en cólera pero la misma se le pasó muy pronto al darle una interpretación completamente equivocada al asunto pensando que lejos de ser una maldición podía ser una ventaja, ya su fuerza, su destreza y sus sentidos se habían potenciado y eso lo haría realmente invencible. Con lo que no contó Iziaslav y en un principio fue lo más difícil de manejar, fue con la ira de su inestable mujer que la emprendió en su contra, acusándolo entre otras muchas cosas de haberle arruinado las vidas a sus hijos.

Pasaría mucho tiempo antes de que Iziaslav tomase consciencia y entendiese que realmente aquello no era de ninguna manera otra cosa que una terrible maldición y cuando finalmente lo hizo, fue a hablar con los Svetniks. Sin embargo, aquella sería la primera vez en la vida que Iziaslav experimentaría en carne propia el fracaso, la decepción y la frustración.

-         Te lo advertimos  --  dijo Mjesec  --  te dije que la próxima vez que nos viésemos desearías aquello que no podrías obtener jamás, porque ahora tú y todos los que lleven tu sangre tendrán que vivir y sufrir la consecuencias de tus actos por el resto de la eternidad, pero específicamente tú hijo de Yaroslav, serás testigo y espectador impotente de las atrocidades que están por venir, tendrás que llorar a tu sangre y sufrirás el tormento por tus culpas el resto de tus días, ya que tú no morirás jamás.

Como cabía esperar de aquel arrogante sujeto, se enfureció e intentó matar a Mjesec, algo del todo inútil, porque como se enteraría más adelante, para poder llevar a cabo el castigo que les habían impuesto, ellos también tuvieron que pagar el precio y aunque no resultaron afectados por la maldición naturalmente, sí tendrían que vivir eternamente y seguir siendo lo custodios de la sabiduría ancestral por siempre.


Por aquel entonces Iziaslav no tenía idea de las cosas que le tocaría vivir, ni todo lo que tendría que ver en años venideros, y solo sabía que él y lo suyos tenían un largo camino por recorrer, que serían parte de  una historia que había comenzado a escribirse con sangre, y que serían conocidos de ahí en adelante como los Devrigs primigenios.



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